Desde 1750, los cambios más grandes en la superficie del planeta se han producido por la deforestación en climas templados, cuando los bosques y selvas se reducen para dejar espacio al pasto, el albedo de la región afectada se incrementa, lo cual podría producir calentamiento o enfriamiento, dependiendo de las condiciones locales.
La deforestación también afecta a la absorción del carbono, lo cual puede producir concentraciones elevadas de C02, el componente principal de los gases de efecto invernadero. Ciertos modos de limpieza de tierras como el corte y quema empeoran estos efectos al quemar biomasa, que libera directamente gases de efecto invernadero y partículas como el hollín en el aire.
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